miércoles, 10 de octubre de 2007

Tópicos muy habituales en las conversaciones sobre viajes (IV de X)

Después de las valoraciones –más que reflexiones- sobre los seis meses de vida de esta web, vuelvo con la serie de los tópicos en las conversaciones de viajes, del que tan solo se ha cubierto más o menos una tercera parte.

Tópico 4: “Viajar abre la mente”. Parece más o menos evidente que su opuesto (si no viajas es más difícil que se te abra la mente) es más cierto que el propio tópico, tantas veces dicho en conversaciones sobre viajes de forma a veces incluso automática, como ocurre con la mayoría de los tópicos, que los lanzamos al aire sin ni siquiera reflexionarlos.

Seguro que todos conocemos casos de personas –y no precisamente aislados-, a quienes los viajes les han provocado el efecto totalmente contrario. En vez de intentar conseguir la empatía con otras culturas, han tenido la sensación de que sus creencias, formas de pensar o de vida se enfrentaban con ellas, convirtiéndose en barreras infranqueables y no en complementos enriquecedores.

O, simplemente, han despreciado o infravalorado lo que han visto en otros lugares o a otras gentes, por el mero hecho de parecerles miserables, de ofrecer servicios turísticos que ellos sentían no estaban a la altura de un occidental, o por cualquier otro suceso que no encaje en su forma de entender las cosas.

Incluso para muchas de esas personas, el viajar les ha supuesto un conflicto interno tan intenso, que han decidido no volver a hacerlo, al menos a lugares que se separen de las líneas de su mentalidad.

Y esto puede tener que ver, con que a veces le pedimos demasiadas cosas a los viajes y que a los que viajan busquen las mismas cosas que nosotros. Aunque para mi por ejemplo, los periplos por el mundo me resultan lo más enriquecedor para el cuerpo y de espíritu, además de suponer la mejor forma de invertir mi ocio, las cosas no tienen por qué ser igual para el resto de mortales

Es lo mismo que quien se tira cuatro horas viendo un cuadro. Probablemente el vive unas sensaciones que los que estamos tan solo cinco minutos contemplándolo no disfrutemos nunca. Pero ni quienes viajan con el único objetivo de pasar unos días agradables o quienes no vemos más allá de los trazos estampados en un lienzo de Dalí somos unos bichos raros que ni cultivamos, ni sabemos utilizar nuestro talento o nuestra mente.

Volviendo al tópico del principio, a mi se me ocurriría reformularlo. Resultaría algo más largo y quizás más complejo, pero al menos a mi, me parece más acorde a los hechos. Quedaría algo así como “quien es ya de por sí abierto de mente busca en los viajes (o en cualquier otra cosa) una forma de enriquecerse”. Como también se puede cultivar con la misma intensidad la mente con los cuadros, los toros (a mi no me gustan nada), con el fútbol o con ser un admirador del club de fans del señor de los anillos (si existe, que no lo sé) . En unos y otros casos “abrir o enriquecer la mente” creo que es la causa y no el efecto, como hasta ahora se ha pretendido formular.

Tal vez entendiendo las cosas así, todos tendríamos más los pies en el suelo y dejaríamos de considerarnos a veces miembros de elites, se supone que superiores, que vamos poniendo palos en la rueda a todo aquello o aquel que piense o –y lo más importante- sienta diferente.

Y quedaría para el final la cuestión más espinosa y seguramente más controvertida de todas. ¿Qué es ser abierto de mente?. Esto daría lugar a un largo debate del que parece difícil conseguir conclusiones unánimes.

En mi caso, opino que abierto de mente es quien aun teniendo las ideas muy claras, se enfrenta con los mínimos perjuicios a lo desconocido.

Escrita el 27 de febrero de 2.007

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