sábado, 13 de octubre de 2007

"No se os ocurra ir cogiendo banderas de ninguna parte"

Un nuevo viaje se avecina (apenas quedan dos días para su comienzo) y este hecho ya se hizo notar en la animada comida familiar del pasado domingo. “Tened mucho cuidado, no se os ocurra ir cogiendo banderas de ninguna parte, que mirad luego lo que pasa”, dijo una de nuestras madres. ¡Vamos, que no le hacemos casi ni caso a la nuestra, como para andar haciendo de mástiles de enseñas de otros estados!.

En el almuerzo de despedida a finales de octubre del año pasado, antes de partir casi veinte días para Egipto, la advertencia había sido otra bien distinta: “Tened mucho ojo a ver donde dejáis la maleta. No se os ocurra perderla de vista, no os vayan a meter algo dentro, os registren y os metan en la cárcel”. Huelga comentar que en aquella época fue cuando detuvieron a la gallega que volvía de su luna de miel por tierras mexicanas y a la que encontraron armamento en su equipaje (luego uso otras armas, las de mujer, para aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, posar a toda página en el Interviú).

Aunque en realidad y al margen de estos comentarios casi automáticos, motivados por los extraños sucesos que a veces ocurren a algún compatriota y que los medios de comunicación se encargar convenientemente de airear, nuestras familias ya hace tiempo que no dicen ni mu sobre nuestros proyectos viajeros, sean donde sean y tengan el peligro que tengan (que a veces es subjetivo).

No digo que no sufran o padezcan, pero lo deben hacer en silencio, puesto que me temo que desde hace tiempo nos han dado como casos perdidos. Así por ejemplo, el domingo anterior a emprender el viaje a Oriente Medio –coincidiendo con una época tranquila, en la que ningún españolito de a pie había “liado” ninguna por el mundo- dijimos al finalizar la comida: “¡Bueno, a parte de a Siria y a Jordania vamos a ir también a Israel y Palestina!. Además de Jerusalén, queremos ver Ramala, Nablus y algún otro lugar de los Territorios Ocupados.”

Ninguno de los comensales hizo el más mínimo comentario de sorpresa, cautela o desa probación. Unos siguieron dándole vueltas al café. Otros –sin apenas pestañear- continuaron viendo el emocionante partido de tenis que ofrecía La 2. El resto, se debatía entre dejarse caer en los brazos de Morfeo o seguir con las rutinarias y manidas conversaciones típicas de los almuerzos familiares, sin más preocupaciones.

“No os creáis –nos apresuramos a decir-, Palestina es mucho más seguro de lo que dicen los telediarios de la tele. Es verdad que en Nablus hace mes y medio estaban a tiros, pero parece que ahora las cosas vuelven a estar bastante tranquilas por allí”.

Pero nada más hacer el comentario, ya nos dimos cuenta de que sobraba, dado que nadie pretendía hacer más averiguaciones al respecto. Los optimistas debían aferrarse a nuestros casi veinte años por el mundo sin apenas incidentes negativos destacables. Los pesimistas debían pensar con razón, que de poco o nada iba a servir lo que nos dijeran

Y los demás, tenían pinta de manejar la lógica que nosotros mismos les habíamos imbuido unos cuantos años atrás, cuando nos quisieron hacer desistir de ir a Estambul el año de los atentados del Gran Bazar. Vivíamos por aquella época en Madrid –yo pasaba además todos los días por delante de la sede del ejército del aire, para ir a trabajar- y les dijimos: “Hay bastantes más muertos aquí por el terrorismo de ETA que en toda Turquía”

Lástima que ya no viva mi abuela, porque ella si que habría dicho lo que siempre apostillaba cuando nos veía salir por la puerta con las mochilas a cuestas: “¡Ay hijos, con lo a gusto que podíais estar aquí y no por esos mundos de Dios viviendo como méndigos!” (y pongo el acento en la “é”, porque era así como esdrújula, como ella entonaba esta palabra).

Escrita el 27 de junio de 2.007

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