Además, me han animado a seguir viajando, a escribir largos relatos de viajes, a seguir mejorando el nivel de un segundo idioma que nunca llego a dominar completamente, a querer aprender sobre fotos para hacerlas con mayor calidad….
Y sin decir aquello de que de ese agua no volveré a beber, es posible que haya terminado un ciclo (o tal vez no), como el de los entrenadores en sus banquillos o como el de los políticos en sus poltronas. Que más que ciclos, son círculos, que no se sabe muy bien donde se inician y donde terminan.
Curiosos son los foros de viajes y curiosa la fauna que circulamos por ellos. Animales (más o menos racionales) difíciles de llevar al redil, por lo visto; a tenor de que la administración y la moderación de todos los que he estado siempre han tenido serias dificultades para establecer y hacer cumplir unos criterios de convivencia amigable y armónica. En unos casos por abandono total, en otros por dejadez o desconocimiento de la materia y en alguno más, por comportamientos mafiosos, flagrantes desconsideraciones y abusos de poder de sus gestores.
Pero los foreros pasamos y los foros siguen. Con esa mayoría silenciosa de devoradores de hilos y de historias que nunca se darán a conocer. Pero también con los que únicamente van a preguntar por su viaje, por quienes se dedican (o nos hemos dedicado) en cuerpo y alma a ellos, por aquellos que encuentran allí un lugar y unas personas para pagar sus frustraciones o por quienes –directamente y sin miramientos- se dedican a reventarlos y destruirlos
No obstante, al margen de organizar o revivir increíbles viajes, el mayor regalo que me han dado los foros es la amistad y la dedicación de una docena de viajeros, con los que ahora espero mantener una comunicación de mayor calidad. Ahí, es donde también fallan los foros: Las comunicaciones ni son equilibradas, ni muchas de las veces tienen la suficiente calidad.
Escrita el 21 de septiembre de 2.006
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