martes, 2 de marzo de 2010

¿De dónde sale el valor, para dejarlo todo y recorrer el mundo?

La mayoría de entadas a este blog, provienen de lectores habituales, que lo siguen con frecuencia y de las búsquedas en Google. Resulta curioso y gratificante, entretener de vez en cuando un rato, buceando en esas buscas y ver exactamente, que es lo que trataban de encontrar, los internautas en cuwstión. Son variadas y a veces, nada tienen que ver, con el contenido del blog, siendo insondable para mi, como el buscador norteamericano, con sus algoritmos y sus más de 150 criterios más, pudo derivarlas a este espacio.

Hay una docena de ellas, que se repiten con cierta frecuencia. Entre ellas, destaca una formada, tan solo por cuatro palabras, pero que casi se reitera a diario, procediendo de todos los lugares de España y de Latinoamérica: “Dejarlo todo y viajar”. Visto lo visto, son pocos los que acaban o acabamos dando el paso, pero sí muchos, los que un buen día lo piensan, lo sueñan y hasta deciden, empezar a investigar en la red.

Siempre había tenido ganas, de escribir una reflexión sobre este asunto, pero me animó, una búsqueda aún más angustiosa, espiritual y –casi- mística, que hace un par de días, procedía de México: “¿De donde sale el valor, para dejarlo todo y recorrer el mundo?”. Voy a darle a esta persona y a quien quiera leerlo, mi opinión sobre este asunto.

Para mi, habría que distinguir, entre el primer viaje largo que se hace y los sucesivos. En el inicial, el valor siempre surge, de acontecimientos exteriores, mientras que en los posteriores, esa energía y arranque, ya sale, de dentro de uno mismo. A continuación, desarrollo un poco más, esta teoría mía

Normalmente, quien acaba haciendo un viaje largo, sueña con ese plan, con bastantes años de antelación Pero los miedos, las excusas o la vida cómoda y confortable, siempre se imponen claramente, sobre esa lunática idea, aparcando sin fecha, para un futuro a medio o largo plazo, la gran decisión.

Pero de repente un día, te ocurre una desgracia y empiezas a relativiizar y plantearte, lo que ha sido tu vida hasta esa fecha. Las cosas buenas que te pasan, te acomodan y anestesian. Son las malas y desagradables, las que te hacen pensar, sacar la rabia de dentro y empezar a tomar decisiones. Ya sabéis aquello, de perdidos al río. Es asombrosa, la capacidad del ser humano, para revertir una situación contraria, en otra favorable. Las fatalidades y percances, ambién te hacen pensar, mucho más a corto plazo y olvidarte del futuro lejano. Ya no te sientes aquella indestructible persona, que eras cuando tenías 20 años y te das cuenta, que después de esta desdicha, aún te puede venir otra. Así que, cuanto antes, hay que aprovechar el tiempo y realizar el sueño.

Ese fue nuestro caso. Hay otra gente, sin embargo, que toma la decisión un día, de repente, cansados de su vida rutinaria, acomodada, anodina y aburrida. Pero en ambos casos y como dije, hay un elemento común, como es, que se trata de un hecho externo, lo que motiva el valor: La desgracia o la rutina.

En cambio, lo de los siguientes viajes, es otro cantar. Aquí el valor emerge –casi a modo de volcán en erupción-, del propio interior del organismo del individuo. Viajar ya no es un sueño o una forma de romper con algo, porque se ha convertido en una insaciable necesidad. Entonces, dejas de pensar en cambiar de coche, en reformar la casa, en renovar el móvil o el ordenador… Tras los gastos básicos, te privas de lo demás y solo piensas, en juntar el dinero suficiente, para poder volverte a marchar.

E incluso, te conviertes en un ser paranoico y empiezas a ver inconvenientes –algunos, excesivamente imaginarios-, que pueden dar, al traste con esos proyectos. Y hasta cuidas más tu salud. A mi últimamente, me ha dado por vigilar especialmente, los tobillos y las rodillas, donde se pueden provocar dolencias, que te pueden dejar muy tocado o fuera de combate.

Comprenderéis por lo explicado, que es mucho más difícil, encontrar el valor para realizar el primer viaje largo, que los sucesivos. En cualquier caso, si emprendéis vuestra primera gran aventura viajera de dilatada duración, tomad las medidas, para que podáis acometer, otras de iguales o superiores características, en el porvenir. Si no, vuestro sufrimiento futuro en vida, llegará hasta el día de la muerte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Demasiada teórica. Hay que pensarlo menos y si se tiene ganas, largarse.

Salu2