miércoles, 10 de octubre de 2007

Nostalgia por la gastronomía y los vinos de Fitur

En la buhardilla de mi casa tengo un pequeño armario donde guardo algunos folletos y mapas de los destinos por donde hemos viajado desde finales de los ochenta. En realidad, habría necesitado la buhardilla entera si hubiera seguido el ritmo de almacenamiento de los primeros años.

En aquella época, siempre llegaba a casa con unos cuantos kilos demás en la mochila (que compensaba con los que había perdido en el cuerpo) en relación con los que había salido. Y no eran los regalos, dado que en esos tiempos mi economía no me permitía tales menesteres, sino todos los papeles que iba recogiendo en los destinos.

Es que lo guardaba absolutamente todo: No solo planos, folletos turísticos o de informaciones prácticas. También los papeles de publicidad que me daban por la calle (da igual que fueran de un restaurante, que de una tienda de ropa), las entradas a los monumentos, los tickets de transporte (tanto urbano como interurbano), los del supermercado… Incluso –a pesar de mi declarado agnosticismo- hasta los papeles con historias de santos u oraciones de las iglesias visitadas. Todo servía de recuerdo.

Después llegaba a casa, lo colocaba en diferentes apartados, lo metía en bolsas y a dormir el sueño de los justos. Hasta que un día, apagados ya los aromas y las emociones del viaje, iba casi todo sin piedad a la bolsa de la basura.

Ya hace tiempo que dejé estas perniciosas prácticas. Ahora mi volumen de información es más reducido, aunque mucho más selecto y de mayor calidad. Tengo una pequeña oficina de información turística mundial, con planos y folletos de más de 75 países. Por supuesto, de todos los que he visitado (en torno a cuarenta), pero también de otros muchos, que obtuve fundamentalmente en la época en que era asidua de Fitur.

En realidad, no sé casi ni lo que tengo. Ayer mismo me llevé una inmensa alegría, cuando revolviendo en ese pequeño tesoro descubrí algo que desconocía: Tengo bastante información sobre Israel y de Jerusalén en concreto, obtenida precisamente en la Feria Internacional de Turismo en 2.001.

Según la estaba observando me entró la nostalgia de aquellos años en que neutra visita a esta Feria era una de las citas más importantes del calendario anual. Fue entre 1.998 y 2.001 (ambos incluidos), cuando nuestros quehaceres profesionales nos permitían disponer de carnés de prensa y entrar al recinto los días previos a la apertura para el público.

Eso era (y supongo, sigue siendo) lo interesante de Fitur. Poder entrar los días en que solo lo hace la gente del sector, cuando la Feria está casi vacía y hay (o al menos había) numerosas degustaciones gratuitas y generosas de productos alimenticios (elaborados o no), cervezas, caldos y licores de todo el mundo. ¡¡Eso si que es viajar a través del paladar y de la gastronomía y sentirse en diferentes partes del planeta sin ni siquiera salir de un recinto cerrado!!.

Lo de ir a por folletos los días de apertura al público, cuando Fitur está abarrotado de gente y salir con bolsas enteras de cosas inservibles, se lo dejo para quien lo quiera. Yo no. Al fin y al cabo, para conseguir folletos basta con escribir a las Embajadas u Oficinas de Turismo y te los mandan cómodamente a casa (salvo los de Siria, claro, que no envían ni un triste plano de Damasco –aunque me temo que en Damasco, un plano sirve más bien de poco-)

Escrita el 30 de enero de 2.007

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