miércoles, 10 de octubre de 2007

Tópicos muy habituales en las conversaciones sobre viajes (VI de X)

Tópico 6: "La comida de los aviones (aunque, en general, sería extrapolable a la que ofrecen en cualquier medio de transporte) deja bastante que desear". Francamente, no sé las variadas y excepcionales viandas que debe comer la gente en su casa, para afirmar esto con tanta contundencia.

Este tópico me recuerda bastante a esa tan manida frase que escuchamos por todos los rincones de España al llegar las fiestas más entrañables del año: "Menuda puta mierda que es la cesta de navidad que nos ha dado la empresa este año. Cada Vez peor. Para eso es mejor que no nos dieran nada". Pero instantes después de tan vehemente sentencia se van tan ricamente a recogerla y a llevársela a su casa.

Aunque a lo largo de los años he odio muchas veces esta frase, solo conozco a una persona que tiene por costumbre renunciar y no disponer de su "lamentable" cesta de navidad (en este caso la dona a una ONG). Del mismo modo ocurre con la comida de los aviones: A casi nadie le gusta, pero no son demasiadas las bandejas de comida que en un avión retornan al carro sin haber sido engullidas.

Arriesgándome a parecer menos viajera o una trotamundos de segunda clase (que es a lo que podemos asemejarnos a los ojos del común de los mortales quienes no despotricamos sistemáticamente contra Iberia o sostenemos que la comida de los aviones es muy digna), me atrevería a decir que he comido mejor en la mayoría de las compañías aéreas en las que he viajado, que en muchos bares e incluso que en algunas casas de otra gente.

Ya no hablo de la clase preferente (donde durante las pocas veces en que he tenido oportunidad de volar me han servido platos excelentes y apetitosos), sino de la clase turista de la mayoría de aerolíneas donde la comida es gratuita. Idéntico juicio resulta aplicable a las compañías de ferrocarril donde la manutención va incluida en el precio del billete (por ejemplo en la preferente del AVE o en compañías que gestionan coches-cama), donde he tenido el gusto de disfrutar de un avituallamiento, como mínimo, decente y en ocasiones, de un nivel bastante elevado.

Solo en cuatro o cinco ocasiones de las numerosas en que he volado, diría que la comida no estuvo al nivel de lo deseado o de lo minimamente exigible (recuerdo una vez en la alemana Luthansa, donde nos pusieron una grasienta tortilla francesa con unas aún más aceitosas salchichas, que ni retorciéndolas como si de una prenda de ropa mojada se tratara soltaban todo aquel exceso oleico).

Bien es cierto también, al menos para mi gusto, que ni los postres dulces que a veces ponen, el café (aunque no soy muy cafetera ni en los aires ni en tierra) y el pan de los aviones son santos de mi devoción, pero los platos principales suelen estar bastante apetitosos y convenientemente presentados. Recuerdo en mis dos últimos vuelos haber degustado una lasaña y una bandeja de arroz con tomate y bonito natural que estaban para chuparse los dedos

Hasta el vino que sirven (para comer lo prefiero a la cerveza), siendo de mesa, claro, es más decente que el que se bebe a diario en muchas casas o bares.

Lo de comer con servilletas de papel, tenedores de plástico o haciendo virguerías para que nada se caiga, son elementos que hacen que resulte mucho más agradable y relajante comer en tierra firme. Pero una cosa es el marco y otra bien distinta la calidad y la forma de cocinar los productos, que como ya he dicho, me resultan bastante adecuadas en términos generales.

Escrita el 5 de marzo de 2.007

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