viernes, 12 de octubre de 2007

Sobre las fronteras

Desde pequeña siempre me ha gustado ir al extranjero. Me resultaba algo emocionante, intrigante y misterioso el simple hecho de cruzar una frontera. Porque entonces cruzar las divisiones territoriales –en mi caso por tierra, dado que la primera vez que mis padres cogieron un avión yo ya tenía más de vente años- suponía convivir con una cuidada parafernalia y puesta en escena.

El simple hecho de traspasar las líneas divisorias de Francia o Portugal era hace treinta años y para los ojos de una niña casi lo que hoy puede suponer entrar en territorio iraní o israelita: Imponentes uniformes, armas de fuego, seriedad extrema, miradas de perdonarte la vida mientras cotejaban tu cara con la foto del pasaporte una y otra vez… Y tú allí, con la cara de no haber roto nunca un plato, rezando para que el poli de turno no soltara la mágica palabra comprensible en todos los idiomas del mundo mundial: “Problem”.

Hace no mucho, vi una escena de este tipo en el “Cuéntame” de TVE, que me devolvió los recuerdos de la infancia, cuando viajaba con mis padres (aunque solo por España y países limítrofes he tenido la suerte de poder viajar al menos un par de veces al año desde que era una cría). Hoy a ellos, que ya tienen algo más de mundo recorrido que en aquella época, les hace gracias cuando yo me refiero a este tipo de escenas del pasado.

La verdad es que se resisten bastante a reconocer que a ellos también les alteraba el ritmo cardiaco cruzar las fronteras y tengo que profundizar en algunos detalles para que acaben haciendo memoria y dando su sentimiento a torcer. Les digo, por ejemplo: “¿Y no os acordáis de aquella vez que veníamos de Portugal y al llegar a la frontera os temblaban las piernas pensando en si la policía de aduanas abría el capó del coche y encontraba los dos juegos de té comprados en el país vecino?”.

Y el caso es que es verdad que en bastantes ocasiones registraban los coches. Pero la estrategia de mi padre era clara y perfectamente diseñada de antemano. Colocaba los objetos que podrían encontrar en la aduana en el fondo del maletero de su Seat 124 y encima todo lo demás, poniéndolo de la forma más desordenada posible e intentando dejar algunas prendas bastante sucias en lo alto. Técnica infalible. En cuanto un policía veía todo aquello y a un matrimonio con niños pequeños mandaba cerrarlo de inmediato. Nos podríamos haber dedicado al contrabando de algo más gordo con probable éxito.

La táctica de la ropa me inspiró a mi, años más tarde, para colocar los calcetines más sucios de forma estratégica (para que desprendieran olor y no se vieran) en el compartimento de tren atestado de interraileros. Era una buena fórmula para quedarnos solos y dormir a pierna suelta.

Hoy en día y a pesar de que sobre todo las fronteras europeas ya han desaparecido de hecho (se puede viajar de España a Finlandia por tierra sin que te pidan un solo documento), cruzar de un territorio a otro a mi -y sin conocer realmente las razones- me sigue generando sensaciones que despiertan una profunda emotividad. Es como si interiorizará que esas líneas que tantas veces he visto en los libros y que forman los mapas físicos de los continentes existieran de verdad y al traspasarlas entrara en un mundo diferente.

En pocas horas me voy a Oriente Medio y seguro que volveré a sentir esas vibraciones en cuanto pise tierra en el aeropuerto de Amman. También es cierto, que esta sensación se contrapone a la pena que siempre me embarga al abandonar mi país.

Aunque debo decir que esta vez la pena será un poco menor. Porque necesito salir de aquí, dejar de inhalar este aire irrespirable, ver España desde la distancia del exterior y sobre todo, alejarme de quienes por no aceptar una decisión soberana del pueblo, que les sacó del poder hace tres años, intentan enfrentarnos a unos y a otros –hasta con la sangre si hiciera falta- para poder recuperarlo. ¿Será la frontera del estado de derecho la que quieren franquear?. ¡¡¡Esa si que yo no la cruzo!!!!.

Hay quien me dice que si no me da miedo irme a una zona donde hay tantos extremismos como en la de Oriente Medio y en los últimos días les estoy contestando con una pregunta, que al menos les hace pensar: “¿Y no te parece extremismo y del fuerte lo que estamos viviendo aquí en los últimos tiempos?”.

Escrita el 24 de marzo de 2.007.

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