sábado, 6 de octubre de 2007

Superar el miedo a volar es más fácil de lo que parece

Hace un rato he leído una divertida anécdota que cuenta un experimentado piloto. Un pasajero viajaba en el vuelo Madrid-Santiago de Chile y a las dos horas del despegue se acercó extrañado a la cabina a preguntar el por qué de la tardanza en llegar. Resultó ser que el destino previsto de este pasajero era Santiago de Compostela.

No hace demasiado, un avión comercial que se dirigía a una ciudad española, acabó en otra, debido a un problema de coordenadas o algo así, sin que la tripulación se enterara.

Estos anecdóticos e hilarantes ejemplos, se pueden convertir en poderosas y pesadas razones en contra de la seguridad de la aviación para ese 49% de personas, que –en diferentes grados- padecen el miedo a volar:

Para todos ellos –por si pueden servir de ayuda- dejo aquí unos cuantos datos y mi experiencia personal.

-Una persona que tomara el puente aéreo entre Madrid y Barcelona todos los días de su vida, tardaría 14 siglos en tener un accidente de aviación. Volar es cuatro veces más seguro que viajar en tren, 8 más que ir por la calle, 10 más que estar en casa y 29 veces menos arriesgado que conducir un automóvil.

-Las turbulencias y las tormentas, se miden en diferentes grados que van desde el 1 hasta el seis. Todos los aviones comerciales están preparados de fábrica para superar una turbulencia de tipo 6. Sin embargo, los pilotos de los aviones no están autorizados a volar por zonas que sobrepasen el nivel 2. En ese grado de la escala, el único peligro radica en que un pasajero pueda caer al suelo del avión o que la bandeja de la comida salte por los aires.

-Una aeronave a la que se le estropearan los cuatro motores a la vez, a 11.000 kilómetros de altura sobre los cielos de Burgos, podría llegar perfectamente a recorrer planeando las más de cien millas que le separan de Barajas. Y habrá quien pregunte: ¿Y si ocurre en el centro del Atlántico?. Ha habido experiencias de amerizaje con resultados bastante positivos.

Por lo demás y descendiendo al nivel de lo que puede ser mi propio caso, que es el que mejor conozco: ¿Es posible perder el miedo a volar?. ¿Es factible hacerlo solo, sin ayuda de profesionales y en casa?.

A la primera pregunta, un rotundo “sí” y a la segunda un “en muchos de los casos, también”.

Nunca me habían dado miedo los aviones. Era de las que disfrutaba volando y contemplando paisajes desde los cielos: Pero una mala experiencia camino de Estambul en 1997 me encendió las señales de alarma, que se fueron haciendo más evidentes, hasta que en 2.001 y tras otro muy mal rato en un vuelo desde Indonesia a Ámsterdam, tomé la decisión más radical: Dejar de volar.

Nadie fue capaz de convencerme de que volviera a tomar una aeronave en los siguientes dos años. Ni siquiera los profesionales, con muy buenos argumentos y experiencias en casos similares. Tampoco las palpables limitaciones a la hora de desplazarme o de llegar a puntos lejanos ejercieron presión alguna sobre la decisión. Era una cerrazón absoluta. De tal modo que por evitar, por ejemplo un Madrid-Palma de tres cuartos de hora, hice Valladolid-Barcelona (tren)-Palma (barco)-Ibiza-Palma-Barcelona-Valladolid.

Así que la primera conclusión, es que para enfrentarse a la aerofobia, la decisión debe salir de quien la padece, para lo que es necesario mucho empuje y más fuerza de voluntad. Pero los resultados son ciertamente milagrosos y con este paso se anda más de la mitad del camino.

Llegados a ese punto, las recomendaciones serían:

-Hazte con algún libro en que se expliquen las técnicas de relajación (a mi no me sirvió de nada, pero parece que a otra gente si le ayuda) y el funcionamiento técnico y mecánico de los aviones. Hay unos cuantos en el mercado (si quieres bibliografía escríbeme un correo).

-Trabajo mental para cambiar los viejos esquemas. Ir echando a los pensamientos negativos del cerebro y cerrar las puertas tras su salida, para abrir las del otro lado y dar entrada a los pensamientos positivos. A mi hubo especialmente cuatro que me ayudaron bastante

1.- “Si los demás lo hacen yo también puedo hacerlo”.

2.- “Voy a conseguir subir a ese trasto y pasármelo bien

3.- “Quiero seguir conociendo el mundo”.

4.- “Llegado el fatal caso, de algo hay que morirse”.

-No empezar queriendo irse a Asia o América en los primeros vuelos. Un vuelo nacional o internacional de corto radio puede ser una buena forma de empezar. Y si es de bajo coste, mejor, porque así no sentirás la presión de perder mucho dinero si al final no lo coges.

-Huir de la medicación durante el vuelo: Es pan para hoy y hambre para mañana y no evita lo parte peor del miedo a volar, que es la ansiedad de los días previos. Por eso –y en circunstancias de mucho nerviosismo-, si recomiendo una medicación de mantenimiento –más que de choque- con algún ansiolítico recetado por un médico los cuatro o cinco días antes. Pero durante el vuelo, mejor no tocarlos.

-El día del vuelo, súbete a bordo todo tipo de entretenimientos –periódico, baraja, mp3…- y tu mejor sonrisa.

Escrita el 19 de octubre de 2.006

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