miércoles, 10 de octubre de 2007

Tópicos muy habituales en las conversaciones sobre viajes (IX de X)

Tópico 9: "La gente que más ha viajado suele ser la más humilde". A mi realmente me encantaría que esto fuera así de evidente, que además de lo bien que uno se lo pasa recorriendo el mundo, esta excitante actividad sirviera también para modelar el carácter y hacernos más humanos, comprensibles, sensatos, accesibles, serenos y solidarios. Pero me temo que una vez más, nos encontramos ante un tópico que de tantas veces repetido (la probada eficacia de machacar y machacar, que algo queda) pareciera haberse convertido en indiscutible e inquebrantable ley.

Como ya expuse en otra de las reflexiones de esta serie de tópicos, tenemos la afición recurrente de ser demasiado exigentes con lo que pedimos a los viajes. No solo queremos pasárnoslo bien y recorrer países, estados y naciones; cruzar mares, llanuras, montañas y desiertos o conocer nuevas culturas; sino que además pretendemos que todo esto influya en nuestra personalidad de forma positiva, moldeándola, dulcificándola y haciéndola más atractiva para nosotros mismos y para los demás.

Pues estaría bien, repito, que así fuera. Pero no, no puedo comulgar con esa milonga, porque no conozco a nadie que hace un tiempo fuera un arrogante redomado de los que te miran por encima del hombre y en unos añitos por arte de magia y después de meterse metido entre pecho y espalda 50 países, se haya convertido en una persona deliciosa, delicada, razonable y humilde. Creo que si la sabiduría de la genética no fue capaz de conseguirlo, difícilmente podemos tener siquiera la legitimidad de ir con estas exigencias a los viajes.

Este razonamiento que hoy estamos tratando, viene a ser da características muy similares al que hacían los pseudointelectuales de los tiempos de la transición, que echaban la culpa al fútbol del embrutecimiento físico y –sobre todo- mental de quienes contemplaban este deporte. Pero me temo que tanto entonces como ahora, el que es y era bruto lo seguirá siendo, da igual sea espectador de lo que ellos denominaban de una de las formas más dogmáticas que recuerdo "el opio del pueblo" (fútbol), de la ópera o de un congreso literario. Y quien no lo es, no va a cambiar porque dedique su tiempo a unas actividades u otras. ¿Por qué echar tantas veces la culpa al empedrado cuando es nuestra?.

Es que incluso llegado el caso y permaneciendo en le relativismo y, por tanto, sin darle validez absoluta, estaría mucho más de acuerdo con un dicho formulado más o menos de la forma contraria al arriba expuesto: "La gente suele ser más humilde al principio de empezar a viajar, que cuando ya tiene una dilatada experiencia en la materia". Porque un bocazas arrogante y pretencioso, pero no viajado, al menos no tiene andanzas, opiniones, ni vivencias de las que hablar o presumir. Pero uno con 10.000 o 20.000 kilómetros encima puede llegar a creerse la reencarnación de algunos de los dioses del olimpo., sin saber que tan exclusivo lugar ya está desde hace algún tiempo copado.

¿Y quienes son esas celestiales figuras que ocupan el Olimpo y que desde su atalaya nos contemplan a los pobres mortales?. Esta serie de diez reflexiones no tiene como objetivo enjuiciar a personas concretas, así que dejaré este tema para cuando un día hable de un par de administradores de páginas de viajes. Veremos entonces como estar viajado o tener una web excelente de contenidos viajeros (aunque muchos ajenos), no está reñido con creer haber sido elegido para reencarnar y sustituir a Zeus, a Horus o a Tor..

Pero en su propio endiosamiento, tendrán su penitencia

Escrita el 9 de marzo de 2.007

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