domingo, 2 de agosto de 2009

Ser coleccionista de postales o viajero de absorción lenta

Retomo las reflexiones viajeras, con la intención de volverles a dar cierta continuidad, que no tienen, desde que a principios de febrero de 2.008, iniciásemos nuestros viajes largos. Y empiezo con un tema controvertido, como es, el ritmo o la velocidad de los viajes. Aunque para mi, no existe controversia laguna.


Son muchos los hilos de foros de viajes, en los que se pregunta sobre el tiempo que se necesita, para ver determinado un lugar en concreto. Cuando yo participaba en ellos, siempre dudadaza, de si contestar o no, porque me parece como tratar de crear certezas, a si es mejor la tortilla con o sin cebolla. Solía acabar respondiendo, más por el afán de dar una ligera orientación personal al dubitativo forero, que porque estuviera convencida de tener razón


Cuando estamos de viaje, cada uno nos levantamos a una hora, dedicamos más o menos tiempo a reposar o a comer durante el día, nos movemos y transportamos de distinto modo, disfrutamos de una manera u otra de las cosas y además de todo eso, tenemos distintas formas de ser y emocionarnos: Hay quienes en 20 días nos hacemos 6.000 kilómetros y a los que ese tiempo, no les da para más de 500 –o menos-.


A mi ambas formas de ver la vida y todas las intermedias, me parecen igualmente respetables y adecuadas, aunque la práctica me viene a demostrar, con la injusticia que pueden acarrear las generalizaciones,, que los que viajamos a un mayor ritmo, respetamos más a los que van lentos, que a la inversa.


Si en uno de esos referidos hilos de cualquier foro de viajes, a alguien se le ocurre contestar por ejemplo, que para ver Ginebra es necesario una semana, normalmente, nadie saldrá contradiciéndole. Pero ¡ay! como se te ocurra decir, que puedes ver Praga y Roma en dos días o la muralla china en uno. Habrá una legión de respuestas, diciendo que eso es imposible, que no viste ni la mitad y que no lo viviste intensamente. ¿Por qué yo tengo que respetar y respeto, a quines dedican cuatro días a los templos de Angkor y tres a Petra y los que dedicamos solamente uno a cada lugar, tenemos que aguantar ácidas críticas y despectivos desprecios? ¿En base a que argumentos, ellos disfrutaron más que yo de la visita?. ¿Quién me puede demostrar a mi con argumentos, que por estar mirando cuatro horas un cuadro –con lágrimas incluidas-, tuvo unas sensaciones más ricas que yo, contemplándolo solo dos minutos?


En los casos anteriores, ellos pueden argumentar, que descubrieron o sintieron el lugar o cosa, con más profundidad y yo sigo con las preguntas. ¿Quién dicta cuál es el grado de profundidad adecuado para visitar algo?. ¿Tanta profundidad, no puede estar llevando a cuestiones secundarias y quitando a la vez, días u horas a otros lugares, que luego no se podrán ver, por falta de tiempo?.


Los tres argumentos básicos, que lanzan –sí, los lanzan, no los dan- algunos -no todos- de los que viajan lento, suelen ser los siguientes:


1º.- “Es que vosotros sois coleccionistas de momentos y de postales”. Tampoco sería tan mala la propuesta, sino fuera porque lo dicen de forma despectiva, sin plantearse tal vez, que el problema lo puedan tener ellos y no nosotros, al ser viajeros de absorción excesivamente lenta.


2º.- “Es que a mi me gusta disfrutar intensamente de los sitios”. ¡Toma y a mi también!. Pero no necesito, ni estarlos contemplando durante horas o días, ni comerme el coco, haciéndome cientos de preguntas sobre, como esa maravilla es posible, como habrá perdurado a lo largo de los tiempos o como fueron capaces de hacerla.


3º. -“Es que si no estás mucho tiempo, no conoces bien los sitios”. Afirmación demasiado contundente y general, dado que cada uno captamos las cosas con distinta actitud, intensidad, interés, inteligencia, sensibilidad o atención, entre otras. Hay quien en dos días, controla más un lugar, que otros en una semana. Tengo una amiga argentina, que es repartidora. Ella lleva tres meses en Valladolid y conoce el callejero y los pueblos de la provincia mejor que yo, que soy de esa ciudad de nacimiento. Por el contrario, a mi ahora mismo, casi recién llegada de China, me resultaría más fácil hacer una guía turística de Shanghai, que de mi propia ciudad. Porque allí estaba 15 horas diarias en la calle y aquí, casi solo salgo para las cosas rutinarias.


No voy a dar ninguna virtud, de lo que supone viajar no lento, porque no pretendo cambiar la velocidad de viajar de nadie y porque no voy a tildar como desventaja, algo que a mi me lo parezca, pero para otro, que seguro no tira piedras contra su tejado, le resulte una ventaja. Solo pido que los “lentos”, hagan con migo lo mismo. Os lo juro, de verdad, me lo paso muy bien y consigo disfrutar de las cosas, viajando como viajo. No necesito un reciclaje, lleno de axiomas absolutos. Tenéis que entender que a mi, estar demasiado tiempo en un sitio, me aburre soberanamente.


Otro día hablaré, de por qué a los que les gusta la naturaleza, se creen superiores a los que nos gusta predominantemente la civilización (incluyo en ella desde Nueva York, hasta el último poblado de África).

1 comentario:

Isabel dijo...

Eva, que alegría, que hayas "resucitado" las reflexiones viajeras y además con tanto tino.