martes, 11 de agosto de 2009

Efectos a largo plazo, de los viajes dilatados

A principios de diciembre de 2.008, pusimos punto final, al que había sido el año más feliz de nuestras vidas y a los viajes largos, por América, Asia y otras partes del mundo. Escribí entonces, una relación de efectos beneficiosos y secundarios, de los periplos prolongados a corto plazo. Obviamente en aquella época, no resultaba posible analizar las consecuencias a largo plazo, pero hoy, ya casi nueve meses después, me voy al referir al tema, partiendo de una categórica conclusión: Sigue habiendo efectos secundarios muy nocivos, pero ya no encuentro ninguno, que sea beneficioso.

De todas formas he querido, escribir esta reflexión, antes de releer aquella, con el fin de no contaminarme, de los sentimientos de entonces. Solo cuando haya terminado, le volveré a echar un vistazo.

Los viajes largos vistos desde la lejanía, resultan aún peor que la droga dura, que son a corto plazo: Porque de cualquier sustancia estupefaciente es posible desengancharse, con fuerza de voluntad y según van pasando los meses, el síndrome de abstinencia va disminuyendo, hasta acabar por desaparecer. Pero con los viajes de larga duración, ocurre al revés: Cuanto más tiempo ha pasado desde el último, más mono, congoja y desasosiego se tiene.

Ni un solo día desde nuestra vuelta, he dejado de pensar en aquellos días, en aquellos acontecimientos, sensaciones y vivencias, a lo largo de medio mundo. Ni un solo fin de semana, en el que hayamos estado los dos solos, hemos dejado de recordarlos, a veces durante horas, al abrigo de unas cervezas o copas. Puedo pasar una semana sin hacer el amor y me provoca menos angustia, que atravesar ese mismo intervalo de tiempo, sin rememorar nuestros aventureros periplos, que nos marcaron para siempre.

Cuando planificas la primera travesía prolongada, el sentimiento que se impone es la ilusión. Cierras los ojos y dejas volar la imaginación, como si estuvieras soñando y todo resulta muy relajante y agradable. Puedes estar planeando el primer viaje largo durante años, a veces como era mi caso, desde la mismísima infancia, en la que ya fantaseaba con hacer, el periplo que finalmente, convertimos en realidad, por Sudamérica y Centroamérica, desde Patagonia a México. Antes de la primera vez, nunca hay prisa, siempre se puede esperar un poco más, sin mayores consecuencias.

Pero eso ya no ocurre la segunda vez, porque el sentimiento que te domina es el ansia, la inquietud, la intranquilidad, la preocupación, la zozobra... Ahora cuando cierras esos mismos ojos, ya no ves escenas de postal, como si soñaras despierto. No. Ahora sientes angustia y solo piensas en que llegue el momento, de poder largate de nuevo. Hay que ser una persona muy fría, para poder planificar un segundo o tercer viaje largo, durante varios años, sin estar constantemente sufriendo, pensando en la lejanía del momento de la partida. Porque además, como cualquier drogadicto cuando busca su dosis, te servirás de todos los medios, para poder realizar tu recorrido mucho antes.

Y esto cambia por completo tu vida. Empiezas a pensar, que en la vivienda ya solo harás las reformas muy imprescindibles, que cambiarás de coche cada más años o, que saldrás menos sábados por la noche, para así, ir aumentando la velocidad de ahorro, que permita largarse cuanto antes. Cada euro que entra en la economía familiar y que no va destinado a las necesidades esenciales, ya tiene su lugar donde ser gastado, siempre a miles de kilómetros de casa, claro.

Cada vez que te sientes o te sale algo mal, buscas mentalmente el mismo antídoto y aún son mayores, las ganas de marcharte y dejarlo todo. De momento hemos conseguido resistir y no perder completamente el juicio, aunque no sé muy bien por cuanto tiempo. Porque cuando algo no va bien, las paredes de nuestra casa, ya escuchan machaconamente, la temida, pero reconfortante frase: “¡¡Pues alquilamos el chalé, nos vamos a Asia y a la mierda!!”. Y es que tu barrio, tu ciudad, tú país y tu propia vida, se han convertido en una jaula, de la que quieres escapar, ante el primer contratiempo

El dicho habla, de que lo bueno o mata o engorda. Añadiría yo, que o crea una irreparable adicción. Al final todo lo gratificante, suele pasar una elevada factura y la de los viajes largos, es de bastantes ceros.

Sin embargo hay una cosa, que pensé que iba a ocurrir y que afortunadamente, finalmente no ha pasado. Creía que, después de haber estado casi un año por el mundo, cualquier viaje posterior y aunque fuera de un mes, me iba a dar poco de si. Pues no. En breve, nos vamos a Lombardía solo cuatro días y nos van a saber a gloria, como las tres semanas que no hace mucho, estuvimos por China y Qatar.

Ahora sí, he releído lo que escribí hace meses y concluyo amargamente, que son mucho peores los efectos a largo, que a corto plazo. Solo espero que con el paso del tiempo, aún no vayan siendo peores.

No hay comentarios: