miércoles, 12 de agosto de 2009

Me gusta más lo cutre, que lo bello

Hay mucha gente que dice, que no aguanta ver la miseria y aunque es algo exagerado, yo casi podría decir, que no soporto la belleza o que al menos, ésta apenas me inspira.

Desde siempre, me encantó mucho más lo cutre que lo bello. También, hacer botellón en cualquier callejuela de Roma o puente de un pequeño canal de Venecia, que tomar un capuchino en las exclusivas terrazas de la plaza España o la de San Marcos. Siempre acabé conociendo más gente interesante es esos primeros sitios, que en los segundos.

La belleza es demasiado perfecta, excesivamente proporcionada y casi siempre, algo aburrida y previsible. Provoca admiración al principio, pero acaba por terminar siendo vulgar, a medida que pasa el tiempo. Lo cutre por el contrario, tiende a ser sorprendente, enriquecedor para la mente y el espíritu –porque te lleva plantearte preguntas, que nunca te haces cuando contemplas lo bello-, imprevisible, lleno de imperfecciones, de colorido y si tomas la actitud adecuada, limpia de prejuicios y posrjuicios morales, llega a ser hasta entrañable.

Tal vez sean Sudamérica y Centroamérica, las zonas del planeta más bonitas que vi. Es casi imposible encontrar, en otros continentes de este mundo, las maravillas naturales que hay allí: Las cataratas de Iguazú, el desierto de Atacama, Torres del Paine, el Salar de Uyuni, Machu Pichu, las Galápagos, volcanes, glaciares… Tal vez, por el contrario, sean determinadas áreas del sudeste asiático, las más cutres que contemple jamás..

Pero sin embargo la realidad, resultó ser demoledora. Mis correos a la familia y los amigos, ocupaban cinco líneas desde América y en cambio desde Asia, llegaban a veces, hasta los cuatro folios. Hablar de Iguazú, me daba ocurrencias para redactar un par de líneas o tres, pero me podía perder hasta no encontrarme, escribiendo sobre un mercado de Vietnam o describiendo una población de Laos, después de ser asolada por las inundaciones, en la época de lluvias.

Y cuando leo, siempre aprendo y siento más curiosidad, con las descripciones de lo cutre, que de lo bello. Por cierto. Ahora estoy leyendo un libro de viajes, que os recomiendo. Se llama “Octubre en Pekín” y es del colombiano, Santiago Gamboa, un sufrido viajero de pies planos. Está escrito ya hace unos años, pero no ha perdido aún vigencia y refleja con bastante acierto, la realidad de algunos lugares de China

En el primer capítulo dedicado a Hong Kong, viene a decir algo que yo siempre he defendido y que está relacionado con el tema de esta reflexión: La cierta decepción que se produce por muchos turistas, al encontrar una ciudad demasiado moderna. Y es que la mayoría de los viajeros, siempre vamos buscando lo exótico, lo tradicional y lo genuino, que generalmente tienen el problema, de estar relacionados con la alienación de seres humanos, la miseria y la pobreza.

Y es que el asunto se torna peliagudo, si lo teñimos de conceptos morales y empezamos a razonar cosas tales, como: Por seguir disfrutando de nuestros viajes, preferimos que la gente siga siendo pobre, viviendo hacinada, ver a niños descalzos, mercados con vendedores muy coloridos, pero que apenas sacan para la manutención diaria… Porque nada exótico resulta, normalmente, ver a ricachones viviendo en sus urbanizaciones de lujo, a las afueras de la ciudad o a gente de clase media, pasando la vida en bloques de edificios de aluvión.

No voy a entrar en ese debate moral, que daría para discutir durante horas y en el que probablemente, ni unos ni otros nos fuéramos a convencer, de lo que propone el contrario. Y no entro, por dos razones fundamentales. Primero, porque en ese terreno, todo es muy relativo y no hay verdades absolutas. Y segundo, porque cuando viajo, no me interesa la moral. Como si de una reportera se tratara, me limito a contemplar, tratar de interpretar la realidad, por su puesto por mi filtro e intentar juzgar, tan solo lo imprescindible.

Quizás por eso mismo, no me paro mucho a reflexionar, sobre las condiciones justas o injustas, en las que viven las personas, de los lugares que visito. Porque piense lo que piense y haga lo que haga, me va a ser imposible modificar su futuro. Sí, ya sé que es una actitud muy cómoda, fría e impopular, pero también muy realista y te evita sufrimientos y enfados. Además, nunca me voy a culpabilizar, por no haber sido capaz de resolver los problemas, que no consiguieron mitigar quienes les gobiernan o las grandes potencias mundiales.

1 comentario:

Cristina dijo...

A mi también, Eva. Celebro que alguien lo vea de la misma forma que yo.

Acabo de descubrir tu fantástico blog. Suerte.

Cris