jueves, 18 de octubre de 2007

El hijab es mucho más que un símbolo religioso

Para ser tertuliano de radio o televisión no es necesario acreditar titulación alguna, ni haber concurrido y superado con éxito un examen sobre cuestiones de actualidad, economía, tribunales o relaciones internacionales. Tampoco se requiere siquiera tener pensamientos brillantes u opiniones coherentes. Basta, sencillamente, con saber defender con garra, tenacidad y energía delante de un micrófono las ideas de una de las corrientes políticas imperantes que interesen al medio que le da trabajo.

Y no es que a mi me parezca mal esto, dado que de bien nacidos es ser agradecidos y no hay mejor forma de demostrarlo que difundir las ideas e intereses de quien nos da de comer. Todos lo hacemos con nuestra empresa y peor será para quien no ponga este sencillo mecanismo de supervivencia en práctica.

Lo que si cabría sin embargo pedir a los tertulianos, puesto que sus postulados contribuyen a la formación de la opinión de la ciudadanía, es que cumplieran escrupulosamente unas premisas básicas, tales como:

-Que dedicaran algún tiempo al estudio de los temas sobre los que van a opinar, con el fin de no dar datos incorrectos o inciertos.

-Que no es necesario que opinen absolutamente sobre todo. Los radioyentes y telespectadores somos comprensivos y sabemos que ningún ser humano sobre la tierra domina todas las parcelas del conocimiento.

-Que viajen, porque para dar opiniones sobre el contexto internacional, resulta una arma bastante ventajosa. Y de paso, nos ahorraríamos escuchar algunas de las barbaridades que venimos oyendo en los últimos tiempos.

Pecata minuta es que ayer un tertuliano de una emisora de radio dijera, tras conocerse la muerte de dos soldados en Kosovo en accidente de tráfico: “Es que todas las carreteras de la ex Yugoslavia están destrozadas”, demostrando así que no ha estado por esa zona del planeta en su vida.

Pero a lo que si quería dar una mayor trascendencia –porque la tiene- es a la desinformación que han mostrado la mayoría de tertulianos (y políticos también) sobre el asunto del pañuelo islámico (hijab), a raíz de que se haya puesto de moda el tema por la prohibición de llevarlo en algunas escuelas.

Sin encomendarse ni a Dios –o a Alá- ni al diablo, se han liado la manta a la cabeza confundiendo el hijab con el velo, el chador o el burka, metiéndolos todos en el mismo saco y –a veces- asemejando los términos. Basta con darse una vuelta por la red, o mejor, viajar a unos cuantos países musulmanes, para ver que hablamos de cosas muy diferentes y no comparables.

Se han referido además a la simbología religiosa del hijab –que es cierta-, pero no han hablado de su significado cultural o estético. Hay mujeres musulmanas progresistas que llevan el hijab exclusivamente por motivos culturales y otras que lo hacen como simple ornamento estético, como si de unos pendientes o una diadema se tratara (cosa que también hace por cierto una amiga mía, que nada tiene que ver con la religión musulmana).

No entiendo además muy bien, que diferencia supone para el estatus de la mujer llevar un pañuelo en la cabeza y que no supone anudárselo al cuello. Y puestos a elegir, a decir verdad, me parece más estético el uso del hijab en la cabeza que llenarse el cuerpo de perforaciones y piercings.

No comprendo tampoco, porque nadie se metió con nuestras abuelas cuando se ponían el pañuelo sobre su pelo o como no se habla también de la discriminación a la que son sometidas las monjas, por llevar su cabello cubierto.

Pero lo que realmente se convierte en un despropósito, es que se impida a una niña ir a clase por llevar el hijab. Más que nada, porque se está impidiendo a esa criatura poder adquirir la cultura y la formación suficiente para poder decidir si quiere seguir llevándolo puesto en el futuro.

Lo peor de la ignorancia no es que sea osada, sino las pocas ganas que tiene de aprender.

lunes, 15 de octubre de 2007

No me gusta viajar en autocares en España y menos en Alsa (II de II)

Al menos en Alsa y en ninguna otra compañía de autocares españoles cobran por depositar el equipaje en el portamaletas, tradición muy extendida en países como todos los de la antigua Yugoslavia, donde te obligan (hasta el día que te cansas y les mandas a la mierda) a entregar una cantidad aproximadamente equivalente a un euro por dejar los bultos –la mayoría de las veces por ti mismo y sin su ayuda- en el maletero.

Por lo demás, la vida viene a ser similar dentro de cualquier autobús del mundo. Una vez que subes, siempre las mismas y exasperantes rutinas, que empiezan por intentar descifrar los insondables misterios que entrañan las salidas individuales del aire acondicionado. Cada vez que monto en un autobús trato de descifrarlos, para terminar a los cinco minutos resignada y abatida, sin saber una vez más por qué el chorro sale con la intensidad que a él le da la gana y no con la que yo le propongo.

Después viene la polémica de la posición del asiento. No sé muy bien la inexplicable razón por la que tod@s las maniátic@s intransigentes me tocan a mi siempre en el asiento de atrás. Esa causa debe ser la misma que propicia que al niño que más llora y más molestias causa o al adulto al que le incomoda todo, siempre los tenga como muy lejos en un par de filas a la redonda. Eso por no hablar de cuando viajas sola y el baboso de turno trata de buscar cierto contacto físico, más allá del habitual de un compañero de asiento.

En cuanto al tema de la reclinación del asiento, creo que la próxima vez que viaje en autobús y con el fin de ahorrarme discusiones y malos ratos con este tipo de viajer@s, pegaré un papelito en el respaldo de mi asiento, traducido a cuatro o cinco idiomas, en el que ponga exactamente lo siguiente:

“Dado que el fabricante del vehículo ofrece la posibilidad de que mi asiento se recline hacia atrás y la empresa suministradora del servicio no ha eliminado esa opción, ruego encarecidamente que se abstenga de solicitarme (sea con educación o sin ella), que lo desplace hacia adelante, puesto que no tengo ni la más mínima intención de hacerlo.

Le ofrezco como posibles soluciones las siguientes (pareciéndome la segunda bastante razonable):

-Hablar con el fabricante o el prestador del servicio de transporte para que elimine está posibilidad.

-Recline usted también el asiento y se acabarán sus problemas de incomodidad, además de ahorrarnos una infructuosa polémica y malos rollos”.

Y después está el asunto del servicio. La obligación de tener que hacer nuestras necesidades (sean mayores o menores) será inversamente proporcional a la posibilidad real de poder hacerlas en el interior del vehículo y al número de paradas que el mismo haga.

De tal forma que si el autocar para poco, no hay servicio o está inhabilitado (generalmente a bastantes compañías les encanta habilitarlo como almacén), será entonces cuando más lo necesitemos.

Y para terminar, cada vez que subo a un autocar para hacer un recorrido de noche o de madrugada, rezó a los santos –aunque generalmente sin éxito- para que el conductor de turno no ponga el video o la radio a todo volumen.

Así que definitivamente me vuelvo al tren, donde además de poder comer, beber y mear, mis compañeros del asiento de atrás se muestran menos violentos y el chucu chucu me ayuda a dormir.

sábado, 13 de octubre de 2007

No me gusta viajar en autocares en España y menos en Alsa (I de II)

El otro día tuve que ir a Madrid en autobús y nada más subir, caí en la cuenta de que hacía años que no tomaba este medio de transporte en territorio nacional (no así en el extranjero, donde lo utilizamos con bastante frecuencia). Por cierto, siempre a los vehículos colectivos de transporte entre ciudades se les llamó coches de línea o autocares y el término autobús quedaba reservado para los de recorridos en el interior del casco urbano. Pero la influencia del inglés ha empobrecido lo suficientemente nuestro idioma para que a todo le llamemos ahora sencillamente “bus”.

Menos más que allende los mares, en centro y Sudamérica, siguen aún manteniendo esa variada riqueza lingüística con términos tales como el colectivo, la guagua, el ómnibus y otros cuantos más, que hacen de esta palabra una de las que ofrecen mayor variedad en castellano.

Pero no era por cuestiones lingüísticas, por las que yo quería escribir sobre este tipo de transporte (y más concretamente sobre el Alsa, que fue el de la empresa que cogí), sino por algunas premoniciones que se cumplieron, algunas realidades que no acabé muy bien de entender y la constatación de que viajar en autocares en España, no han mejorado mucho durante los últimos años.

Aunque no siempre, las condiciones de los servicios de ferrocarril (en cuanto a modernidad, limpieza, puntualidad, infraestructuras…) suelen dar una idea bastante exacta del grado de evolución de un país; cuestión que no ocurre con los autobuses interurbanos, donde la comodidad, el trato y los servicios a bordo no están tan ligados al grado de desarrollo del territorio en cuestión. Así, no es difícil encontrar extraordinarios servicios de autobús en países en vías de desarrollo y otros más defcientes en países supuestamente avanzados.

El Alsa que nos condujo a la capital de España deja bastante que desear. A pesar de que ahora un empleado de amable voz forzada dé la bienvenida al pasaje a través del micrófono (a modo del comandante de los aviones, pero sin instrucciones de seguridad y sin indicar la hora de llegada o la temperatura en le destino), eso no parece más que una excusa para aprovechar la ocasión para indicar que no se puede comer absolutamente nada dentro del vehículo. ¡Menuda noticia, con el hambre que yo tenía, siendo las dos y media de la tarde y restando todavía casi dos horas y media de viaje por delante para llegar a nuestro destino!.

Y claro, no se les ocurre otro argumento para justificar tan impopular (y es posible que hasta anticonstitucional) decisión, que alegar cuestiones de higiene. ¡¡Que manera de llamar cerdos a los de la RENFE (en cuyos trenes se puede comer cuanto se quiera, también en segunda clase) a los de las compañías aéreas (incluidas las de bajo coste, que aunque pagues un céntimo por el billete te permiten zamparte tu bocadillito a bordo) e incluso a todos los ciudadanos de este país. ¿Quién no se ha zampado un tentempié mientras viaja en su propio coche?.

Pero es que también se están llamando guarros a ellos mismos, que en sus servicios Supra (20€ en lugar de los doce habituales para el trayecto Valladolid-Madrid) y tal como se cita textualmente en su web, ofrecen a bordo “Catering deliciosamente elaborado”.

Así que, teniendo en cuarenta todas estas variables, solo se me ocurren tres posibles conclusiones

1.- Que los señores y señoras usuarios del servicio Supra, además de más ricos, son también más higiénicos que el resto de los mortales.

2.- Que el catering deliciosamente elaborado no mancha y solo ensucian los bocatas de sardinas de la plebe.

3.- Por supuesto, la más improbable: Que los propietarios de Alsa pretendan ahorrarse los servicios de limpieza entre un viaje y otro y apliquen aquel viejo dicho de que el más limpio, es el que no mancha. ¡Creo que ese dicho lo inventó alguien al que le gustaba muy poquito limpiar!.

Escrita el 9 de octubre de 2.007

Por mucho que algunos se empeñen, su nombre es Myanmar y no Birmania

Antes de emitir opiniones y trazar argumentos en esta sección de reflexiones tan subjetivas, suelo tratar de documentarme sobre los diferentes aspectos objetivos que pueden contenerse en ellas

Intento también respetar bastante los criterios de organismos tan solventes como pueden ser la siempre útil enciclopedia Wikipedia o el Diccionario Panhispánico de Dudas, pero en esta ocasión no puedo estar de acuerdo con ellos y tengo que alinearme con la Organización de las Naciones Unidas o la propia Unión Europea: Birmania no es ni Birmania, ni la antigua Birmania, ni la Ex Birmania, ni otras denominaciones incluso más raras que hemos oído en los desorientados medios de comunicación durante las últimas semanas. Birmania como tal, no existe y si Myanmar. Y no le demos más vueltas, porque así han decidido llamarse ellos y es este el que figura como nombre oficial de dicho estado.

Después de que como casi todos, haya estado estos últimos días ocupándome desde la media distancia por conocer los sucesos y avatares del país de la revolución del azafrán, me llamo bastante la atención el desconcierto generalizado de los medios de comunicación sobre la denominación de Myanmar. Sin contemplaciones, se han liado la manta a la cabeza, como si en cada Redacción hubieran dado barra libre para que cada periodista llamara a este estado como bien le pudiera venir en gana. Ni jefes -o geógrafos, llegado el caso- con criterio, ni libros de estilo, ni bases de documentación…

Que digo yo, que los de Myanmar tendrán derecho a llamarse así si les da la apetece –y parece que sí- y no como nosotros queramos o como recomiende denominarlos un Diccionario Panhispánico, que me da a mi que de dudas sobre nuestro idioma sabe mucho, pero de Myanmar muy poco.

Puede parecer una cuestión baladí –no lo es, teniendo en cuarenta todas las susceptibilidades que despiertan los términos que denominan a pueblos, naciones o estados-, pero a ningún locutor en los informativos –bueno, tal vez a Urdaci- se le ocurriría referirse –y menos constantemente- al País Vasco o Euskadi como las antiguas o ex –Vascongadas. O en el tiempo dedicado a los deportes el presentador de turno quedaría algo anacrónico –además de ridículo- si se empeñara en informar sobre la semifinal del Europeo de Baloncesto entre España y Grecia como un enfrentamiento en la cumbre de las antiguas Hispania y Helade.

Y los rizos se podrían seguir rizando ya de forma más peligrosa si definiéramos a Estados Unidos como la antigua colonia británica que fue, a la Francia del orgulloso Sarkozy como la ex Alemania nazi de la ocupación o al actual Irak como Confederación de Territorios de Ultramar Británico-Estadounidenses

Y a más pequeña escala, pues como si nos da a llamar a Laura la Ex de Juan o a Mariano, aquel que compartió piso con nosotros en cuarto de carrera. ¡¡Con lo bonito que suenan las cosas llamadas por su nombre!!.

Mirad que yo soy bien de izquierdas, pero me parece estupendo que, al Gobierno de España –dado que efectivamente, se trata del Gobierno de España-, se le denomine Gobierno de España. Porque España se llama España y es para España o en su defecto para Madrid, Barcelona, Bilbao… y no es para ”este país” o “el estado” para donde piden un billete de avión los casi sesenta millones de turistas que entran por nuestras fronteras o aeropuertos.

Por lo demás, espero que de aquí a un año la estabilidad –ya que lo de la democracia parece difícil- haya vuelto al país, dado que MYANMAR es uno de los platos fuertes de nuestra futura y anhelada vuelta al mundo.

Escrita el 2 de octubre de 2.007

El encanto y la magia de los trenes nocturnos

Nunca me ha dado por hacer una suma aproximada, pero estoy segura de que si me pusiera a calcular los kilómetros que a lo largo de mi vida he hecho en ferrocarril, la cifra llega con bastante facilidad a los siete dígitos. No creo tampoco que queden más de dos o tres compañías nacionales ferroviarias europeas en las que no haya transportado mis huesos.

Aunque a decir verdad, jamás me ha apasionado el mundo de los trenes, ni he coleccionado máquinas o artilugios relacionados con el ferrocarril, aunque si guardo gratos recuerdos de aquel tren eléctrico que tuve de pequeña.

Nunca fui de esas personas que se pasaban las tardes –tengo algún amigo que sí lo hacía- en la estación de la ciudad, viendo el ir y venir de los viajeros o contemplando las salidas y las llegadas de los trenes. A decir verdad, en mi vida he visto nada gratificante, mágico o romántico en el hecho de coger un tren, ni siquiera en las rutas más emblemáticas, quizás porque siempre llevaba la maleta tan llena que mi única preocupación era arrastrarla por el andén y colocarla en el lugar destinado para los equipajes.

Nunca experimenté nada especial al ir lentamente abandonando la estación, ni sentí que el estómago se me encogiera o me diera un vuelco el corazón. Tampoco era habitual que me diera por meditar sobre lo que dejaba atrás y lo que me esperaba en destino. ¡La verdad es que hasta para eso soy “esaboría”!. ¿Por qué habrá tantas canciones de perder el último tren o tonterías similares, si al día siguiente siempre habrá otro?. ¿Por qué no perder el último barco, avión, burro o bicicleta?. ¡La creatividad anda de capa caída!.

Sin embargo si que soy una ardiente y entusiasta de los viajes en trenes nocturnos. Siempre me parecieron llenos de misterio, seducción u cierto hechizo, aunque hoy hayan perdido gran parte de su encanto, debido a que se han cambiado la mayoría de vagones de compartimentos por los de hileras de asientos (igual de incómodos que éstos, pero mucho más impersonales), donde socializarse o compartir el bocadillo de la cena y la bota de vino se hace bastante más difícil.

En aquellos apretados compartimentos de 8 asientos de la RENFE el espacio era realmente reducido, por lo que había que desplegar lo mejor de cada uno para garantizar la convivencia de ese pequeño mundo contenido en menos de diez metros cuadrados, que nos llevaba desde la estación de destino hasta la de origen a lo largo de unas cuantas horas. Hace un par de años todavía había un expreso Madrid-Barcelona de estas características abarrotado cada noche de guiris, pero no sé si a día de hoy aún sigue circulando

En los nocturnos todo era posible y la mayoría de lo que ocurría era divertido, a pesar de que a la mañana siguiente las ojeras pudieran llegar casi hasta los pies: Desde compartir increíbles historias viajeras o unas simples risas al calor de unas cervezas (a veces calientes) o de unos porritos –cuando se podía fumar en los trenes, claro- de buen hachis comprado a gente de confianza de Granada, hasta terminar haciendo el amor de forma furtiva con tu pareja e incluso con un desconocido en el servicio del extremo del vagón. ¡¡Porque que habitual de los trenes nocturnos no ha sucumbido a la tentación de tan morboso placer!!. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Escrita el 27 de septiembre de 2.007

Los contadores de la web dicen que más del 40% de sus visitantes son catalanes (II de II)

Una noche, hace unos cuantos días, fui a parar por pura casualidad a un sitio donde debatían sobre estas cosas. Y allí argumentaban que los catalanes son más viajeros porque tienen más aeropuertos y estos caen más cerca que en otras partes, porque disponen de mayor poder adquisitivo, por mayor dominio del inglés o hasta por motivos tan poco claros y subjetivos como lo que alguien llama “el complejo del español”.

En mi opinión, no creo que haya nadie que deje de viajar porque el aeropuerto le quede más o menos cerca. De hecho, a lo largo de un viaje –a poco movido que sea- hacemos distancias mucho más largas en coche o en tren que la que realizamos desde casa al aeropuerto, vivamos en la ciudad o pueblo donde vivamos.

Tampoco me parece que las circunstancias económicas influyan: De hecho yo mis viajes de mayor duración los he realizado en mis algo ya lejanos tiempos de estudiante, época en la que no tenía demasiado dinero para gastar. Al que le gusta viajar se apaña con un interrail, un bocadillo con mucho pan y pocas sardinas y una tienda de campaña.

Conocer un idioma es importante, por supuesto, pero tampoco he visto yo ninguna estadística reciente que constate que en Cataluña haya una proporción de cuatro a uno con el resto de España en cuanto a angloparlantes se refiere.

Y lo del complejo del españolito, me da que es una tópica irrealidad que solamente existió en mentes desocupadas y de corto recorrido y determinadas películas casposas, como las de Paco Martínez Soria. No creo que el español medio haya tenido más complejos que el holandés, el francés o el ruso equivalente desde hace ya por lo menos 25 años.

Desde mi punto de vista, las únicas razones que hacen que los catalanes viajen más son sencillamente que en términos generales constituyen una sociedad mucho menos conservadora que la del resto del país, más avanzada mentalmente, más inquieta culturalmente y más cosmopolita y abierta. Estos aspectos no se han generado de la noche a la mañana, ni por casualidad, sino a lo largo del tiempo y es también posible que tengan en el bilingüismo un factor que contribuye a esa más desarrollada amplitud de miras.

Pero que no se me entienda mal, que con estos temas saltan chispas. Hablo del bilingüismo como un factor más, no como el más determinante

Y esto no lo dice alguien de Tarrasa o de Cornellá, sino una de Valladolid.

De la misma forma y los contadores lo delatan, hay muchas más visitas de ciudades de costa, que de núcleos urbanos de interior. Tal vez porque generalmente están más pobladas, tal vez porque siempre tuvieron más contacto con el resto del mundo. No lo sé. Sería ya meterse en demasiadas conclusiones sin tener los suficientes datos.

En cuanto a las visitas procedentes de Sudamérica, golean Argentina y México, pero aquí si que puede tener bastante que ver que sean dos de los países de mayor población y extensión del continente.


Escrita el 26 de septiembre de 2.007

Los contadores de la web dicen que más del 40% de sus visitantes son catalanes (I de II)

Rastreando detenidamente los datos de los contadores de la web, se pueden establecer algunas conclusiones, que resultan bastante esclarecedoras cuando se observa que estas se manifiestan de la misma forma a lo largo del tiempo.

Por ejemplo, se viene a desmentir uno de los grandes tópicos, como es el de que los funcionarios trabajan menos que quienes lo hacen en empresas privadas. Por supuesto que los empleados públicos no pegan palo al agua como siempre se ha sostenido; pero es que sus colegas de las empresas privadas tampoco les andan a la zaga.

Así, resultan habituales visitas de cinco o seis horas seguidas a la web en horario de mañana desde la Junta de Andalucía, la de Galicia o desde el Ayuntamiento de Madrid. Pero no son menos infrecuentes las de similar duración, que proceden del Grupo Santander, Telefónica o El Corte Inglés, por citar tres casos. ¡Las colas que se iban a formar en el SMAC (Magistratura), si a los jefes les diera de vez en cuando por seguir los rastros en internet que dejan en los equipos sus empleados!.

Otro aspecto curioso viene al constatar como varían las visitas a las diferentes secciones de la página dependiendo de la estación del año. Así, durante la primavera y primeros días del verano se disparan las visitas a destinos fresquitos como los recogidos en el relato de los países nórdicos y las repúblicas Bálticas. Mientras, desde primeros de septiembre, el interés de estos destinos decae y se disparan los registros en relatos como el de Marruecos, Egipto u Oriente Medio, con temperaturas más benignas a partir de esa época.

Pero el dato más contundente que arrojan los contadores de la web es el relacionado con la procedencia de sus visitantes. Y es que más del 50% de los que llegan a esta página y provienen de España, proceden de una sola comunidad autónoma: La de Cataluña-. Esto no hace sino confirmar el dato objetivo que afirma que es en este territorio donde se expiden más del 50% de los pasaportes emitidos en España y el subjetivo –no por incierto, sino por falta de estadísticas- que casi todos tenemos en la cabeza: Que la mayoría de los españoles que nos topamos en el extranjero son catalanes.

Aunque habría que matizar algo esta afirmación, dado que creo que esa realidad es solo aplicable a los viajeros independientes, puesto que de si de grupos organizados hablamos, creo que la cosa está mucho más repartida. Incluso mi percepción personal me indica que en este caso los andaluces se llevan la palma.

Hay quien habla también de los madrileños y vascos como grandes viajeros, aunque ni a través de los contadores ni a lo largo de mis viajes he constatado que su proporción sea mayor –teniendo el cuenta la población- a los de otras comunidades autónomas del país. Porque lógicamente, siempre será más fácil encontrarse a un madrileño por el mundo, que a un murciano, un riojano o un cántabro.

Escrita el 21 de septiembre de 2.007

El sudoku de los visados me está volviendo loca

China, Tibet, Nepal… Cada tarde dedico –siempre que el tiempo me lo permite- un ratito a ir organizando nuestra previsible próxima vuelta al mundo y es ¡¡¡es horrible!!!. ¡Cuando llegará el día que supriman los trámites burocráticos (visados, permisos especiales…) para cruzar de un país a otro!.

Estaría genial que hicieran una especie de interrail mundial, pero de visados. Pagando una cantidad fija (me daría igual incluso que fueran mil o mil quinientos euros, lo que me importa es quitarme de en medio la burocracia), se obtendría una especie de Carné Internacional de Viajero (CIV), que sirviera para poder transitar por todos los países del mundo sin ningún tipo de limitaciones y con total libertad de movimientos.

Sería válido para un periodo de tiempo determinado -por ejemplo, cinco años- y de cómo se repartieran la recaudación los distintos países del planeta, a mi, personalmente, me la trae al pairo

Si ya es tremendamente difícil tomar la decisión de largarse dos años a recorrer el planeta y bastante deprimente el que te llenen el brazo de agujeros con las dichosas vacunas; luego viene Paco, el de las rebajas del dicho, pero esta vez con el sodoku de visados y permisos, no apto siquiera para los que manejan el nivel avanzado de este pasatiempo japonés (que en realidad y aunque resulte extraño, no se inventó en el país nipón, sino en Estados Unidos: http://es.wikipedia.org/wiki/Sudoku ).

¿Es lo mismo ir de Bilbao a Madrid, que de Madrid a Bilbao?. Aunque el destino final varía en ambos casos, técnicamente es idéntico, dado que se hacen los mismos kilómetros, se pasa por los mismos lugares, se viene a tardar el similar tiempo y se consume más o menos la igual cantidad de gasolina.

¿Es lo mismo ir desde Katmandú (Nepal) a Pekín pasando por Lhasa (Tibet, en China), que de Pekín a Katmandú, pasando igualmente por Lhasa?. Definitivamente no. Ciertamente, vendrás a tardar lo mismo en ambos recorridos y se pasará por idénticos sitios, pero lo que costará económicamente no será lo mismo y tampoco los papeles necesarios se corresponden los unos con los otros.

A modo de ejemplo, si se hace España-China-Tibet-Nepal se podrá llevar el visado chino hecho desde aquí. Pero si se pretende empezar el recorrido al revés, este no servirá de nada. ¿No os lo creéis?. Aquí pongo este párrafo extraído de un hilo del foro de Lonely Planet en castellano:

“Si vas a entrar desde Nepal no merece la pena que lleves el visado chino individual porque no te va a valer, ya que tendrás que hacer en Katmandú el visado de grupo (al menos con otra persona más). Después en Lhasa tendrás que cambiar este visado de grupo por un permiso individual (supongo que es un visado individual o documento equivalente) para continuar viaje por otras zonas de China”.

Otro ejemplo. Parece ser que el viaje por agencia puede salir hasta tres veces más caro de Katmandú a Lhasa que a la inversa.

Así que dependiendo de cómo se sea capaz de resolver el sudoku de visados y permisos, se tendrán más o menos problemas en las fronteras y se gastará más o menos dinero.

De todas formas, a mi esto de dar la vuelta al mundo cada vez se me parece más a un juego de ordenador, en el que a medida que vas avanzando pantallas, aumenta el grado de dificultad.

La pantalla 1ª es Europa, con apenas inconvenientes. La 2ª Oceanía, ya con dos componentes a salvar, como son las distancias y la dispersión. La 3ª sería Asia, donde es necesario visado para casi todos los países y hay que hacer encaje de bolillos, si es que se quiere recorrer el continente casi entero de una vez.

La 4ª nos lleva a Latinoamérica: Inseguridad, delincuencia, drogas, guerrillas... Y la 5ª y última África, que tiene prácticamente todas las dificultades de las anteriores y más: Las cepas más fuertes de malaria, enfermedades tropicales, miseria, inseguridad, guerrillas, animales salvajes… Una vez superada esta, es cuando realmente uno se hace dueño de su viaje. Hasta ese momento, es el viaje el que nos domina a nosotros.

Escrita el 13 de septiembre de 2.007

Adios a las fotos de paellas de marisco, del perrito y del bebé de ocho meses

Gracias al gran invento de las cámaras digitales, septiembre ha dejado de ser ese tedioso mes en que la mayoría de familiares o amigos nos cazaban a lazo, aprovechando la más mínima oportunidad para que fuéramos a su casa a contemplar las fotos de sus últimas vacaciones en la costa (generalmente mediterránea).

Como si de un interrogatorio a la madre de Madeleine fuera, éramos sometidos a largas horas de contemplación de álbum tras álbum. De las doscientas instantáneas tomadas había que visionar 35 del día que se metieron la mariscada en el apartamento, donde con alegría desbordada sujetaban las colas de la langosta o las cigalas de ambas manos, como si fueran a poner unas banderillas taurinas, pero a base de estos crustáceos antrópodos

50 eran de ellos con le perrito (en la playa, en el paseo marítimo, en la piscina, en la terraza tomando algo, revolcándose en la hierba…) y más de 100 con el gracioso –para su padre y madre, claro, no necesariamente para el resto- bebé de ocho meses (en su sillita, en la bañera jugando con el patito de goma, abrazando a su Lunni favorito, con su ropita nueva, comiendo con los ojos abiertos como platos, con el traje de explorador…). Y además te las explicaban: “Mira, aquí estoy yo con el perrito” o “¿Ves?, en esta el niño se acaba de levantar, ¡mira que carita tiene!”. “¡¡Pero coño, si ya lo estoy viendo” (pensaba sin ni siquiera cambiar el gesto, en silencio).

Tal vez por aquello de no pedir para los demás lo que una no quiere, nunca me gustó demasiado mostrar a nadie nuestras fotos de viajes, a no ser que realmente me insistieran (cosa que tampoco solía suceder muy a menudo). Seguro que viendo paisajes, ruinas y ciudades; sin perrito, niño o paellas, se hubieran aburrido tanto como a mi me pasaba con las suyas.

Gracias a la tecnología, ahora todo es mucho más fácil, aunque todavía hay quien no deja de resistirse a proponer deleitarnos con esas maratonianas sesiones fotográficas, ahora a través de divertidos montajes que muestran orgullosos en la pantalla FTF del ordenador o del televisor de plasma.

Aunque ahora es mucho más fácil escapar de esta red de una forma más sutil. Basta pedir que nos dejen el disco, nos las manden por correo electrónico, o solicitar el enlace en internet al álbum digital, asegurando con la suficiente convicción que luego dedicaremos el debido tiempo a verlas tranquilos en casa. Después, evidentemente, se ven solo un par de ellas, aunque se manda un comentario concreto y entusiasta de las mismas y todos tan contentos.

Para mi también la cosa se ha vuelto más cómoda, porque ahora si que doy los enlaces de mis fotos o las mando por correo electrónico. Sé que en la mayoría de los casos no las verán, pero siempre pensaré que si las han visto. Extrañas contradicciones –aunque ciertas-, las del cerebro humano

Y los malos fotógrafos tenemos muchas más razones para agradecer la invención de las cámaras digitales, puesto que a base de repetir y repetir conseguimos con paciencia que nuestras fotos se aproximen ligeramente a la calidad de las de los buenos fotógrafos.

Aunque sobre fotógrafos yo mantengo una teoría, no exenta de cierto radicalismo, como la mayoría de las mías: En espacios abiertos todos somos buenos fotógrafos (mucho más si es al amanecer, al atardecer o si está parcialmente o totalmente nublado). El problema surge cuando hay que inmortalizar una calle llena de gente yendo y viniendo, de puestos de frutas y verduras con los claroscuros y las sombras de los toldos, de las casas y de todo lo que se mueve. Ahí es donde la mayoría –incluidos algunos que se creen buenos fotógrafos- fallamos como una escopeta de feria.

Menos mal que los programas de retoque también nos salvan y fotos que antes terminaban en la basura o sin ser reveladas, ahora subsisten con cierta dignidad en los álbumes digitales. Aunque una cosa es retocar y otra manipular la realidad a través de filtros, de lo cual no soy partidaria. ¡Quedará más bonito –lo cual también es discutible-, pero nada tiene que ver con lo que cuando se estuvo allí vio el ojo humano.

Escrita el 10 de septiembre de 2.007

La web cumple un año: Pasado, presente y futuro (III de III)

Y no quiero dejar de referirme en esta última reflexión sobre el aniversario, a toda esa gente que ha conocido la página y contacta conmigo, que es bastante. Nunca hubiera imaginado hacer tan buenas relaciones con otras personas que tienen tus mismas inquietudes y forma de ver la vida. Gentes que además, en la mayoría de los casos son de una calidad humana similar o incluso superior a su calidad viajera.

Es curioso, pero la mayoría de conversaciones con ell@s transcurren más sobre los sueños (proyectos de futuro), que sobre los viajes del pasado. Pocas cosas hay tan ilusionantes para el verdadero viajero, como si de un escultor se tratara, que ir moldeando día a día las formas y los contornos de su próximo viaje. Da igual que falten para el inicio dos días, tres meses o cuatro años, porque la ilusión por una nueva aventura por el mundo no es directamente proporcional al tiempo que resta para ser realizada

Bien es cierto que en internet pululan también usuarios –aunque sean los menos- que solo te utilizan para obtener información y luego ni siquiera te dan las gracias, pero ese porcentaje de maleducados, groseros y desagradecidos opera en todos los ámbitos de la vida (las ventanillas de cualquier oficina de atención al público, la cola de la carnicería, nuestro centro de trabajo donde pasamos tantas horas...) Y como dice el refrán, el mejor desprecio es no hacer aprecio. Así que, a otra cosa.

En cuanto al futuro de los contenidos de la página, en un principio no habrá grandes cambios, dado que creo que todos los flancos están razonablemente cubiertos. Continuará esta sección de reflexiones, a modo de editorial o columna de opinión de la web y será prioridad fundamental seguir intercambiando enlaces con webs de otros viajeros, con el doble fin de la difusión mutua y el fomento del buen rollito con personas de similares intereses (al margen de los cuatro estirados –que los hay-, que tanto se obcecan en mirar a los demás por encima del hombro, que pierden de vista todo el resto de interesantes cosas que se pueden admirar dirigiendo los ojos en otras direcciones).

También continuarán los relatos de viajes. Espero incluso añadir dos más antes de que finalice el año. Aunque por motivos personales ahora es imposible determinar fechas, destinos o si siquiera se llevarán a cabo esos viajes. En no muy lejanas fechas espero tener las cosas algo más claras.

Otra cosa distinta será si finalmente a medidos del año que viene iniciamos nuestro proyecto de vuelta al mundo durante dos años. No tengo todavía la certeza de cómo afectará esto al desarrollo de la web, aunque si parece evidente que:

-Siempre se mantendrán los contenidos incluidos hasta esa fecha (es decir, no se cancelará la web)

-No podrá haber mantenimiento diario de contenidos (quizás, ni siquiera semanal).

-Evidentemente, no habrá -porque es imposible materialmente y porque ni siquiera debo- un relato pormenorizado de tan ambiciosa travesía. La inversión en dar la vuelta al mundo (y la llamo inversión y no gastos, porque para mí es el mejor producto para dedicar mi dinero) es elevadísima, por lo que habrá que tratar de rentabilizarla durante y después del viaje. Creo que pueden salir tres buenos libros: “Diario de una vuelta al mundo”, “Consejos para dar una vuelta al mundo (generales y por países) y el que más me motiva, “Reflexiones durante una vuelta al mundo”

No sé, por tanto, que papel puede jugar esta página web en ese proyecto, por lo que acepto y estudiaré cualquier sugerencia que se me pueda ofrecer en este difícil asunto.

Lo que si sé, es que no habrá más balances del pasado, el presente y el futuro de esta página hasta al menos, el décimo aniversario.

Termino con un pequeño juego. ¿Qué pasaría si yo me jugara a doble o nada de forma virtual 50.000€, a que el próximo 4 de septiembre –es decir, dentro de un año exacto- llevaremos ya al menos un mes por Asia en nuestro objetivo de dar la vuelta al globo?.

Dentro de un año, veremos si habré doblado la cantidad o estaré en la “virtual” ruina.

Escrita el 4 de septiembre de 2.007

La web cumple un año: Pasado, presente y futuro (II de III)

Al margen de esos dilemas morales, que a buen seguro se resolverán en un futuro no demasiado lejano, la mayoría de los efectos derivados de la creación y mantenimiento de este espacio viajero han sido para mi muy gratificantes y tremendamente balsámicos.

Tener una web sobre tu pasión favorita sirve de válvula de escape, de desahogo. Por un lado se convierte en una forma de poder seguir viajando (aunque de una manera algo ligth, es cierto) en los largos periodos en los que no hay viajes y por otro, permite evadirse durante un rato después de largas y agotadoras jornadas de trabajo o de aburrida desesperante cotidianidad.

Se dice –y creo que con bastante razón- que lo mejor de los viajes es contarlos y yo me he vuelto a reencontrar a mi misma, cuando desde 2.005 retomé la idea de volver a escribir relatos de nuestros periplos por el mundo, tras haber perdido esa buena costumbre durante más de una década.

Escribir relatos de viajes es agotador, porque cada vez las historias son mucho más pormenorizadas. De los cuarenta folios del principio, he pasado a escribir más de cien en aventuras como la de Oriente Medio y Egipto. Y hay que hacerlo en un breve periodo de tiempo tras la llegada, dado que si no se olvidan muchos detalles y se van diluyendo la ilusión y los efluvios del viaje, por lo que entra mucha más desidia a ponerse delante del teclado.

Pero la recompensa que se obtiene sobrepasa con creces al esfuerzo, porque durante la ruta ya vas pensando en la forma de componer el relato y de darle vida y ello aporta como gratificante premio que ya dentro del propio viaje se está reviviendo el mismo, lo que te hace disfrutar de una forma más intensa de cada instante, de cada encuentro, de cada anécdota…

Además y al fin y al cabo, un relato de viajes es una historia, la historia de quien lo escribe, de sus sentimientos, vivencias, los personajes que van apareciendo, los sucesos dulces y amrgos del mismo… Salvando las distancias, poner en circulación un relato debe ser algo parecido a traer al mundo a una criatura (aunque esto solo lo supongo, dado que de momento no he disfrutado de la maternidad).

Y también, escribir relatos me hace menos perezosa durante los éstos. Hay veces en las que estás cansada y te ahorrarías la visita al próximo destino, para sin remordimiento alguno quedarte contemplando a las musarañas en lo alto de una cama o en la arena de la playa. Pero continúas adelante, porque en tu interior surge un sentimiento de que si no vas a ese sitio, la historia del viaje quedará incompleta para siempre. Y creedme, eso es algo que una no podría personarse nunca, que siempre estaría en mi conciencia.

Lo mismo ocurre por ejemplo cuando un restaurante que piensas que merece la pena resulta demasiado caro. Quizás en algunas situaciones decidiéramos dejarlo para la próxima vez. Pero nuevamente se apodera de nosotros esa fuerza interior que sin contemplaciones grita- y con razón-, que si por unos cuantos euros vamos a dejar la historia mutilada

Y por último, escribir sobre viajes, me permitirá leerme a mi misma dentro de unos cuantos años. Veré desde la distancia todas esas vivencias del pasado. Y ardo en deseos por saber que sensaciones tendré en 2.015 -si todavía ando por este mundo- cuando relea un viaje de 2.005. Supongo que será como mirar una vieja fotografía del pasado, pero en este caso formada por palabras, líneas y párrafos. Entonces, tal vez diga aquello de: “¡¡Ay, cuánto hemos cambiado!!. Aunque no sé muy bien si para bien o para mal.

Escrita el 31 de agosto de 2.007

La web cumple un año: Pasado, presente y futuro (I de III)

Mañana se cumple un año de la inauguración de la web, aunque tengo la extraña sensación de que llevara existiendo toda la vida. No es que este tiempo se me haya hecho largo, todo lo contrario. Más bien es porque los últimos doce meses han sido bastante intensos. Más de dos de ellos transcurrieron precisamente viajando por zonas tan dispares como Egipto, Los Cárpatos, los Balcanes u Oriente Medio y los diez restantes, soñando con nuevas aventuras que poder plasmar en este espacio.

Fue a principios del verano pasado –tras el hartazgo que sufrí de una buena parte de la fauna que pulula por lo foros- cuando comenzó a fraguarse este proyecto. Se trataba de poner en público mis relatos de viajes, que desde el año anterior venía escribiendo como mero divertimento; aunque rápidamente y de forma espontánea fueron apareciendo nuevas secciones, tales como recopilación de excelentes webs de otros viajeros, enlaces a sitios interesantes de viajes, preparativos de los viaje futuros o secciones de opinión como esta.

En la actualidad el mantenimiento de esta web –a través de nuevos contenidos- me lleva poco más de media hora diaria, incluso cuando monto los relatos de viajes, pero en los primeros tiempos el trabajo fue bastante duro para componer todos los contenidos. Fueron unos cuantos fines de semana a casi tiempo completo y creo que si hoy tuviera que volver a partir de cero no me embarcaría en este experimento.

Imprevisiblemente, los primeros tiempos fueron bastante tormentosos. Hubo un grupo de diversos individuos, a quines pareció molestarles bastante que este proyecto viera la luz. Por una parte, usuarios despechados de un par de foros (desconozco sus motivos). Por otra, administradores de un par de pseudopáginas/portales de viaje, con pretensiones algo oscuras y que suelen aprovecharse del trabajo de los demás en su favor. Y por último, personas anónimas, relacionadas supongo con determinadas agencias de viajes, a quines debe molestar bastante que algunos nos dedicamos a proponer y a dar recursos para que las personas puedan viajar de forma independiente y disfrutar más libre e intensamente de sus periplos por el mundo.

Pero el efecto fue bumerang y lo que finalmente consiguieron es dar una mayor difusión a la web, que hoy en día ronda las 200 visitas diarias, con un índice de fidelidad elevadísimo (personas que entran de forma directa) y bastante buen posicionamiento en google para llevar solo 365 días activa.

Hace ya bastantes meses que todos aquellos ataques quedaron atrás y en la actualidad nadie muestra su animadversión a este espacio, que se ha ido ganando el respeto y la simpatía de usuarios y de otros proyectos individuales similares y sin ánimo de lucro.

Nunca pensé en ello al principio, pero en los últimos tiempos se me está generando una especie de dilema moral en cuanto a ofrecer por la red a todo el mundo que lo desee tanta información de forma libre y gratuita. No se trata tanto de estar considerando o no introducir publicidad. En eso las ideas siguen estando claras: Para obtener cuatro miserables euros no voy a llenar la página de anuncios de viajes de Google.

Distinto sería si una gran empresa se propusiera patrocinar este sitio y al menos me financiara los viajes anuales. Pero es algo que no me planteo, dado que no creo que las posibilidades de que eso ocurra sean superiores al 0’001%.

El dilema moral al que me refiero viene más bien dado porque creo que, en general, la gratuidad de los contenidos en Internet nos está llevando a un terreno peligroso, por varias razones, que expongo:

.-Nadie apreciamos lo gratis, ni en la vida real ni en la navegación virtual. Parece que es obligatorio que lo gratis siga siendo gratis y que además siga manteniendo o mejorando la calidad. Esto lo entenderán muy bien administradores de otros sitios webs de viajes, cuando como a mi les llegan correos (los menos, es cierto) en los que te tratan casi de oficina de información turística, con el pensamiento (aunque no de forma explícita) de “tú te lo has buscado”

-En el fondo, empiezo a pensar que lo mío es como regalar fruta delante de una frutería. Si todos los que viajamos, amamos la cocina o la jardinería, por ejemplo, nos diera por hacer completas webs sobre destinos turísticos, recetas o cuidado de las plantas, ¿de qué iban a vivir los que ahora de forma honrada y muy profesional se ganan la vida de esta manera?.

-Si algún día me planteo vivir de una u otra forma –cosa que estoy empezando a considerar- de mi experiencia o ideas viajeras, ¿cómo voy a pretender sacar dinero por algo que he estado ofreciendo generosamente gratis durante toda la vida en foros y en esta web?

-De esto hablaré más adelante, pero desde luego si pretendo obtener al menos algún rendimiento a posteriori a nuestro caro proyecto de próxima vuelta al mundo, no podrá ser a base de contar día a día aquí nuestras andanzas. Entre otras cosas, porque los que han escrito y venden libros sobre el tema (que son muchos, según he comprobado últimamente) me matarían. Y con razón.

Escrita el 28 de agosto de 2.007

Vijaar no cura la estupidez

Dicen que viajar alimenta al espíritu y enriquece la mente. ¡¡Paparruchas!!. En mi opinión, viajar es algo así como un poderoso potenciador de aroma, que lo único que hace es dar más sabor a una o a otra cosa a algo que ya lo tenía. Así que quien era humilde y sencillo, realza aún más estas características después de sus experiencias por el mundo y quien era arrogante, zafio o estúpido, vuelve tras la ruta con esas “virtudes” aún más magnificadas.

En cuanto a lo de que viajar alimente el espíritu, aún tengo más dudas todavía. Creo que, por lo general y quien este libre que tire la primera piedra, contribuye más bien a nutrir y engordar el ego. Y es una pena, porque un ego grasiento resulta ser bastante más nocivo para la salud que un espíritu convenientemente avituallado.

Por poner un ejemplo de lo anteriormente dicho, hay quien incluso en el culmen de la osadía (la ignorancia siempre fue osada) y sintiéndose en su interior como algo próximo a la mismísima divinidad, se atreve a modo de jurado de Operación Triunfo o de Supermodelo, a clasificar en su sitio web quienes en este sufrido valle de lágrimas pueden ser calificados de viajeros relevantes o memorables, de precoces candidatos con futuro para entrar en el grupo anterior o sencillamente, deben ser omitidos de tales distinciones. Esperemos que en lo próximos meses esta persona nos mantenga al tanto de cómo va el concurso y de quien o quienes obtienen el galardón definitivo en este su celestial Festival de Eurovisión viajero

Bien está y es nuestro derecho (el de cualquiera, claro) opinar o debatir sobre destinos, medios de transporte, hoteles, tipos de viajes, foros, páginas personales… Pero, ¿acaso el haber visitado un amplio número de países o unos pocos menos a fondo legitima a alguien para decidir que personas –con nombre y apellidos- ocupan el olimpo de la sabiduría viajera.

Recientemente tuve la oportunidad de escuchar a esta misma persona hablar en un programa radiofónico y degustar su arrogancia y aires chulescos. Y mientras lo hacía recordé que era el mismo a quien no hace mucho había enviado un correo proponiéndole un intercambio de links en nuestros sitios webs y ni siquiera se había dignado a contestarme.

Libre es cada uno de hacer lo que y como le plazca. A mi lo único que me mueve a escribir esta reflexión es desmitificar. Al igual que en el mundo de la música, del fútbol o del cine uno puede ser un estupendo artista, jugador o actor y dejar mucho que desear como persona; idéntica situación ocurre con los viajeros. Si uno es estúpido no deja de serlo porque recorra veinte, cincuenta o cien países. Más bien y siguiendo la idea inicial del efecto potenciador, ocurre normalmente al revés.

Pero es que además, no es justo que queramos cargar sobre la actividad de viajar la laboriosa responsabilidad de curar la estupidez congénita. ¡¡Si no lo han conseguido ya los médicos o los científicos…!!

Lo bueno de gestionar una web de divulgación de viajes como esta es que conoces y compartes cosas con mucha otra gente (con páginas similares o sin ellas), que realmente te enriquecen y te alimentan la ilusión oir seguir viajando y compartiéndolo.

Lo malo es que un reducido porcentaje de esas personas (no mayor ni menor de lo que debe ocurrir en otras actividades o en la propia vida) nadan en el narcisismo, la arrogancia, la superioridad y la prepotencia.

Y lo peor es que en algunas ocasiones –y no en pocas- en este último grupo suelen encontrarse algunos de los que a priori parecen emblemáticos y afamados viajeros o administradores de webs del ramo. ¡¡¡Si yo os contara…!!

En fin. Que no se enoje nadie, porque omitiré dar nombres. Y además, como canta Raquel, de El Sueño de Morfeo en uno de los temas de su último y excelente disco: “que nadie se me ofenda, esta es solo mi columna de opinión”.

Y de ese mismo disco, este canto al optimismo

Hoy vas a comerte el mundo,

hoy no pierdas un segundo

y a disfrutar, tu sonrisa lucirás.

Aunque existan los problemas

todo marcha sobre ruedas y gritarás:

¡Todo va a cambiar!...

Escrita el 21 de agosto de 2.007